Seguro que sabes cómo cuidarte y cómo estar sana físicamente. Si tienes un leve resfriado sabes qué medicamentos tomarte, si te haces una pequeña herida sabes cómo curarla o si tienes alguna enfermedad grave sabes que debes ir al médico. De hecho, lo más probable es que cuando pensemos en qué es estar sano nos vengan a la cabeza cuestiones relacionadas con el plano físico. Pero la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de enfermedad o dolencia.

La salud mental es esencial y, por desgracia, no en pocas ocasiones se menosprecia. Estar sano mentalmente determina nuestro comportamiento, nuestra relación con las personas, nuestra concentración, la forma en que trabajamos y un sinfín de cuestiones cotidianas. La salud mental nos permite proponer y alcanzar nuevos objetivos, desarrollar nuestras destrezas y enfrentarnos con vitalidad a las adversidades. ¿Por qué cuando sentimos un mínimo dolor físico acudimos al médico, pero, en cambio, si no nos encontramos bien anímicamente no vamos a terapia? ¿Por qué todavía da vergüenza decir que hemos ido a un especialista? Deberíamos tratarlo con más normalidad, sin complejos ni vergüenza. Es importante que le demos a las emociones, las inseguridades o los miedos la consideración que se merecen, ya que si no son tratados adecuadamente es probable que repercutan en otros ámbitos de nuestra salud. Para estar sano mentalmente hay que trabajarse a uno mismo constantemente, y no solo cuando estamos mal.

Estar sana depende, además, de nuestra vida social. Mantenernos socialmente activas es beneficioso para nuestra autoestima, nuestra seguridad o nuestra ya nombrada salud mental, entre muchas otras cuestiones. Relacionarte con tus seres queridos, hacer nuevos amigos y compartir tus sentimientos, dudas y emociones es completamente positivo.

La cumbre del bienestar es la felicidad, y esta solamente se consigue manteniendo un equilibro físico, mental y social. Solo así seremos capaces desarrollarnos plenamente como mujeres.